Cordes sur Ciel, ciudad encaramada por encima de las nubes, es un lugar imprescindible para descubrir en el Tarn. Puede contemplarse desde tierra al recorrer sus empinadas calles, o desde el aire en globo aerostático. Alrededor de este lugar elevado, se descubren otras ciudades, pueblos y paisajes muy bonitos.
El viñedo de Gaillac
Al sur de Cordes sur Ciel, las colinas y los valles están cubiertos de viñedos. Aquí, es el viñedo de Gaillac el que modela el paisaje, rojizo en otoño y flamantemente verde en verano, ¡vive y respira al ritmo de las estaciones! Para contárselo, no conocemos mejores embajadores que los viticultores. Algunos son muy locuaces, otros un poco menos, pero ninguno tiene secretos para quienes les abren la puerta de sus dominios. Estarán encantados de hacerle probar su vino y contarle el camino que va de la vid a la botella.
Gaillac, que dio nombre al viñedo, es el corazón palpitante de la región, pero a lo largo del Tarn, otras ciudades de ladrillo despliegan su patrimonio y su arte de vivir. Por cierto, ¿sabe lo que significa aquí "estar entre Gaillac y Rabastens"? Venga, le ayudaremos, es estar borracho... Coincidencia o no, aquí también se encuentra la hermosa bastida de Lisle-sur-Tarn.
Albi y su episcopado
En Albi, ¡hay mucho que ver! Desde el corazón de la ciudad roja, tendrá una vista impresionante de la catedral Sainte-Cécile, el monumento de ladrillo más alto del mundo, y de su vecino, el Palacio de la Berbie. ¿Sabe lo que contiene el palacio? Los cuadros de uno de los más grandes pintores franceses del siglo XIX: Henri de Toulouse-Lautrec. El claustro de Saint-Salvy y la iglesia del mismo nombre son otras maravillas arquitectónicas para visitar antes de tomar el fresco a orillas del Tarn.
Buen plan: durante todo el verano, desde el puerto de Aiguelèze, los cruceros en gabarras permiten llegar a Albi por la mañana y volver por la tarde. Perfecto para combinar movilidad suave y asombro.
Carmaux y el Ségala Tarnais
Un viaje al norte del Tarn, donde el Viaur corta un camino escarpado. Una inmersión en el patrimonio de los siglos XIX y XX para conocer a los mineros de Carmaux, cuya historia podrá relatar en el Museo Departamental de las Minas. En Monestiès, le encantará uno de los Pueblos Más Bonitos de Francia y la magnífica estatuaria de su capilla Saint-Jacques. Para los más atrevidos, el lago de Cap Découverte permite numerosas actividades y, inclyendo el trineo sobre raíles o el skate park.
Por último, podrá poner a prueba su paladar degustando las trufas de Villeneuve-sur-Vère y el vino de los Domaines Gayrard y d'Escausses.
Las bastidas y las gargantas del Aveyon
Caminando por el valle del Vère, uno se siente obervado. Aquí, nada escapa a la benévola mirada de las fortalezas de Castelnau-de-Montmiral y Puycelsi. Es posible que haya visto la primera, que abre el camino del valle a quienes se aventuran hasta allí desde Gaillac. La segunda es más discreta. Resistió a los ingleses durante la Guerra de los Cien Años, pero sólo se revela a quienes se toman el tiempo de acercarse a sus largas murallas y aventurarse en el laberinto de sus callejuelas. Continuando, tras atravesar el encantador pueblo de Larroque, los castillos de Bruniquel se ciernen sobre nosotros. Desde lo alto de su acantilado, imponen su presencia y se adornan con una corona dorada al atardecer. Por último, un poco más lejos, hay otro castillo que resiste al paso de los siglos: la fortaleza de Penne, resuena con muchas animaciones cuando llega la primavera. ¿Se atreve a abordarla?
Cordes sur Ciel encabeza el Grand Site Occitane "Cordes sur Ciel et cités médiévales", que completan los pueblos de Castelnau de Montmiral, Puycelsi, Penne y Bruniquel. Se trata de un bonito reconocimiento por parte de esta etiqueta que agrupa los lugares culturales y naturales más bellos de la región.