Antigua bastida fundada a finales del siglo XIII, Giroussens domina el valle del Agoût. Tierra de alfareros, alberga el centro de la Cérámica , que, basado en una tradición secular, abre nuevos campos de expresión para el arte de la cerámica contemporánea.
Giroussens, de ladrillo y ocre
Giroussens ofrece una magnífica vista sobre el Agoût y su valle. El trabajo de la arcilla y de la tierra forman parte integral de su historia, que se escribe al hilo de sus fachadas de ladrillo rosas y ocres.
Entre sus callejuelas dejaros seducir por el encanto de estos edificios de ladrillo. Prolongar el paseo hasta el mirador, que abarca todo el valle.
La iglesia de Saint-Salvi
Construida a finales del siglo XIII, incendiada en el siglo XVI por los protestantes de Lavaur, su aspecto actual data de finales del siglo XV. Los muros principales siguen siendo los originales, pero las bóvedas han sido reconstruidas y realzadas. La vista exterior del edificio, hecho de ladrillos rojos, no sugiere la riqueza de su decoración interior, donde se combinan dorados, pigmentos azules y rojos, tallas de madera y pinturas, así como retablos, uno de los cuales posee finas ornamentaciones de pámpano (sarmientos de la vid) y está clasificado como monumento histórico. La iglesia también posee una acústica muy agradable.
El castillo de Belbèze
Se le llama también castillo de Lucie Bouniol debido al nombre de su propietaria, una célebre escultora del siglo XX, contemporánea y confidente de Colette, a quien conoció en el Palais Royal de París. El Centro de la Cerámica ocupa una antigua dependencia del castillo, cedido al municipio con la condición de conservar un espacio dedicado a la memoria de la artista.
Una historia de alfareros
En el siglo XI Giroussens era una pequeña villa fortificada fundada por los vizcondes de Albi para defender el acceso a su castillo de Pech Mascou, hoy en día destruido..
En el siglo XIII, Amalric de Lautrec otorga a los habitantes de la bastida ciertos privilegios. En particular, los habitantes de Giroussens tenían el derecho de elegir a sus cónsules, pescar en los ríos, cazar en el bosque, y también, y sobre todo, tomar para sí toda la madera necesaria para calefacción, para la construcción de sus casas o para su trabajo.
Esto es lo que les permitió alimentar los hornos, y así desarrollar la alfarería que daría renombre al pueblo, por su producción de terracota pintada en el siglo XVI que recuerda a la cerámica italiana esmaltada al plomo.
A partir del siglo XVII la alfarería ya no estaba actualizada y fue reemplazada por loza y porcelana. En la revolución, los alfareros perdieron sus privilegios. Los hornos fueron destruidos gradualmente y la producción se detuvo en el siglo XIX.