A lo largo de los nudosos senderos que serpentean por la Toscane Occitane, la paleta de colores parece obra de un artista. A cualquier hora del día, destacan los tonos verdes, amarillos y ocres, sólo interrumpidos, aquí y allá, por las piedras blancas de los graneros o los ladrillos de los viñedos.
En cada tramo del paisaje de la Toscana occitana se puede disfrutar de las sombras que rodean los contornos y subrayan los contrastes bajo las ondulantes laderas, pero lo más hermoso está aún por llegar. Al atardecer, cuando el sol se hunde cada vez más en el horizonte y se sumerge en su sueño efímero, las sombras desaparecen y la luz enrarecida se tiñe de rojo. Es aquí donde el sonido de las cigarras y los embriagadores aromas del verano aportan una sensación de serenidad. Uno podría quedarse contemplando el paisaje: Cordes por encima de las nubes, Puycelsi en su espolón rocoso, la fortaleza de Penne o Gaillac enclavada en el corazón de sus viñedos. Nos quedaríamos, ¡pero hay tantas cosas por descubrir que tendremos que volver!