A pocas horas de Saint-Antonin-Noble-Val, en las gargantas del Aveyron, se encuentra Penne, suspendida en el aire. La mirada se posa en la fortaleza elevada, que parece flotar sobre el vacío y atrae inexorablemente a la visita. A solo 30 minutos de Cordes-sur-Ciel y a 1h30 de Toulouse, sería una pena perderse las vistas que ofrece el bosque de Grésigne.
Visita del pueblo medieval
Enclavada en un entorno natural preservado, Penne es una ciudad medieval. Simplemente hay que subir por las sinuosas callejuelas que conducen hasta la fortaleza para admirar los vestigios de la arquitectura militar occitana. No podéis perderos el edificio real y las vistas del castillo. Un poco de altura a «nido de águila» para ver las gargantas del Aveyron y el bosque de Grésigne.
¡A los habitantes de Penne se les conoce como pennoles y pennols! «Hauteur» (altura) y «plumage» (plumaje) serían el origen del nombre de Penne.
El castillo de Penne
Tras cuatro siglos y medio de abandono, la fortaleza de Penne sigue ahí, orgullosa sobre su roca, vigilando el bosque de Grésigne. Llegar al peñasco merece la pena, pero esta joya de la arquitectura militar medieval no dejará de conquistar al medievalista experimentado o al simple curioso.
Un entrono de excepción
El visitante podrá continuar su visita hasta el corazón de la naturaleza de los alrededores del pueblo. Las gargantas del Aveyron se encuentran en la parte de abajo, mientras que las rutas de senderismo y en BTT permiten disfrutar de un entorno excepcional con sus tres espacios Natura 2000 y sus zonas protegidas.
No olvidéis llevar un picnic, con un trozo de queso de cabra de Le Pic y algunos productos locales que proponene en la tienda de alimentación del pueblo. ¡Todo ello para vivir un momento de felicidad!