En el borde del bosque de la Grésigne, el pequeño pueblo de Larroque ofrece una tranquilidad excepcional para quienes saben disfrutar los placeres simples y auténticos. En plena vegetación, junto al agua y al pie de un despeñadero de piedra caliza rosa, es una etapa vigorizante para saborear completamente.
Larroque, la auténtica
Acurrucado contra su despeñadero, Larroque es un pequeño pueblo bien restaurado que ofrece una parada sombreada y vigorizante, una magnífica vista del paisaje y la inmediata proximidad al bosque estatal de la Grésigne.
El pueblo de Larroque está en la ladera de un despeñadero de piedra caliza que, siguiendo las luces del día, va del ocre al rojo. El despeñadero está perforado de cavidades y cuevas, testigos de viviendas trogloditas en tiempos prehistóricos. Al pie del pueblo serpentea el Vère, que aporta la frescura del río y la calma de una naturaleza preservada
En el pueblo, las antiguas casas con entramados de madera se agrupan alrededor de una encantadora iglesia de arquitectura típicamente regional. Destacan los dos castillos de los siglos XVI y XVIII. En el caso del Château de la Vère, ofrece habitaciones (chambres d’hôtes) completamente renovadas.
Es el paraíso del ciclismo en ruta, el senderismo, la recolección de setas y, para los expertos, la caza mayor (reglamentada).
Desde la aldea de Mespel, situada en la meseta, sobre el pueblo y ofreciendo una hermosa vista del paisaje, la capilla de Notre-Dame-des-Bois, desentona por su posición excéntrica; cuenta la leyenda que originalmente se planeó construirla en Mespel, pero los materiales de construcción se habrían desplazado durante la noche, sugiriendo la intervención divina para indicar el emplazamiento ideal, el cual fue finalmente el escogido.
El camino de Mespel
Este paseo con una extraordinaria vista sobre Larroque, retoma el camino que usaban los antiguos puycelsienses para visitar a los roucanels (habitantes de Larroque); es circular: se regresa a Larroque siguiendo un recorrido sombreado.